Los Beatles no dejaban de ser, por otra parte, cuatro muchachos de un barrio obrero de Liverpool.
Y el Racing Club de Avellaneda, en épocas de su inaudita quiebra, fue llamado por el diario El País de Madrid: “El club de un barrio obrero de Buenos Aires”.
Valentín Alsina está en Lanús, pero casi en el borde de Avellaneda. Y a barrio obrero no le gana nadie.
(O por lo menos no le ganaba nadie).
Yo caminaba entre tornerías y talleres metalúrgicos. Yo desandaba mis pasos entre los frigoríficos y las curtiembres. Y a veces pasaba al costado de los corralones y las barracas. Circulaba el tranvía por el empedrado del Boulevard Alsina y los hombres bebían por las tardes en los mas oscuros almacenes y bares de la zona.
Valentín Alsina, mi barrio, no se representaba en colores.
Valentín Alsina era gris, blanco y negro (y a lo sumo marrón y ocre).
En Cali se aparecían los sonidos. La emoción de la marcha “A mi Bandera” y la melancólica melodía de “Aurora”. Yo merodeaba por el Libro Anual de Patoruzú y por la magia de El Eternauta.
Quiero decir que tanto él como yo anduvimos después por los caminos del mundo y de la Argentina.
La vida nos dio de a poco la magia, el amor, la muerte, el dolor y la esperanza peregrina.
Y a pesar de todo nunca dejamos de ser dos ingenuos muchachos de Valentín Alsina.