
De chicos con mi hermano Cali jugábamos a muchas cosas.
En un principio (y esto lo digo al azar) les diré que jugábamos a las “figuritas”.
Unos pequeños círculos o rectángulos troquelados que se compraban dentro un sobre que para nosotros guardaban allí dentro, casi la mayoría de los misterios del mundo.
En ese tiempo siempre (o con alguna excepción) las figuritas se dedicaban a temas deportivos y especialmente el fútbol.
Las “figus”, como también las llamábamos de manera apocopada, se coleccionaban luego pegadas en álbumes especiales que al completarse nos otorgaban un improbable derecho a cambiarlos por algunos juguetes en los negocios del barrio.
La aparición de las "figuritas" dio lugar a la creación de una gran variedad de juegos.
Juegos que mezclaban la destreza y el azar y que prefiguraban lo que luego sería nuestra futura vida de adultos en la sociedad.
Una forma típica de estas pequeñas timbas infantiles era la "arrimada", en la que se arrojaban las "figuritas" hacia una pared o línea trazada en el piso y ganaba la que llegaba más cerca.
Otra era el "espejito", que consistía en apoyar una "figurita" contra la pared y tratar de voltearla arrojándole otras.
En la "tapadita" (acaso la que descargaba mas adrenalina) el juego consistía en tapar un número determinado de "figuritas" del contrario con las propias, arrojándolas al planeo desde una pared. En casi todos los casos el ganador se llevaba las "figuritas" del contrario, lo que provocaba un fluido intercambio de bolsillo a bolsillo y los sobresaltos y los llantos consecuentes del enfrentamiento.. Pero eso no era todo, también jugábamos con los soldaditos de plomo. (Cali solía defender el fuerte y yo acostumbraba a asaltarlo sobre el puente de madera con catapultas manuales e insólitas ballestas).
En un principio (y esto lo digo al azar) les diré que jugábamos a las “figuritas”.
Unos pequeños círculos o rectángulos troquelados que se compraban dentro un sobre que para nosotros guardaban allí dentro, casi la mayoría de los misterios del mundo.
En ese tiempo siempre (o con alguna excepción) las figuritas se dedicaban a temas deportivos y especialmente el fútbol.
Las “figus”, como también las llamábamos de manera apocopada, se coleccionaban luego pegadas en álbumes especiales que al completarse nos otorgaban un improbable derecho a cambiarlos por algunos juguetes en los negocios del barrio.
La aparición de las "figuritas" dio lugar a la creación de una gran variedad de juegos.
Juegos que mezclaban la destreza y el azar y que prefiguraban lo que luego sería nuestra futura vida de adultos en la sociedad.
Una forma típica de estas pequeñas timbas infantiles era la "arrimada", en la que se arrojaban las "figuritas" hacia una pared o línea trazada en el piso y ganaba la que llegaba más cerca.
Otra era el "espejito", que consistía en apoyar una "figurita" contra la pared y tratar de voltearla arrojándole otras.
En la "tapadita" (acaso la que descargaba mas adrenalina) el juego consistía en tapar un número determinado de "figuritas" del contrario con las propias, arrojándolas al planeo desde una pared. En casi todos los casos el ganador se llevaba las "figuritas" del contrario, lo que provocaba un fluido intercambio de bolsillo a bolsillo y los sobresaltos y los llantos consecuentes del enfrentamiento.. Pero eso no era todo, también jugábamos con los soldaditos de plomo. (Cali solía defender el fuerte y yo acostumbraba a asaltarlo sobre el puente de madera con catapultas manuales e insólitas ballestas).
Además andábamos en bicicleta o en monopatín, usábamos revólveres de cebita, jugábamos al balero y a las bolitas, a los trencitos a cuerda, al mecano y a los rompecabezas.
Creo que nuestra infancia fue extraordinaria.
Pienso que nada se le compara.
Y también jugábamos al fútbol en los picados de los baldíos y las plazas.
Aunque de eso me ocuparé en otra entrada.
Creo que nuestra infancia fue extraordinaria.
Pienso que nada se le compara.
Y también jugábamos al fútbol en los picados de los baldíos y las plazas.
Aunque de eso me ocuparé en otra entrada.
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